Esta es una de esas rutas que lo tienen todo: un toque de aventura, vistas que quitan el habla y la sensación de moverte por un escenario reservado para quienes se atreven a llegar.
La primera parte del recorrido la hacemos en 4×4, cresteando por la montaña con el paisaje abriéndose a ambos lados, mientras el valle del Segura empieza a asomar en la distancia. La sensación de inmensidad es brutal. Después, dejamos el vehículo atrás y arrancamos la caminata: siete kilómetros de sendero con una chispa de aventura, pero sin grandes exigencias, perfectos para quienes quieren sentir la montaña sin meterse en complicaciones.
El destino es un auténtico balcón natural, una atalaya desde la que el valle se despliega bajo nuestros pies y el embalse de Anchuricas brilla con su azul turquesa inconfundible. Es de esos lugares donde el tiempo parece detenerse y el cuerpo te pide sentarte, respirar y dejarte envolver por la sierra.
Una ruta disfrutona, de las que se quedan grabadas.