septiembre 21, 2025 | by Aventurahernanpelea
¿Alguna vez has sentido que un lugar te habla? Ese es el caso de la ruta por las aldeas abandonadas de Santiago-Pontones, en la Sierra de Segura. Cada paso en esta ruta conecta con historias reales: familias que vivieron allí, cultivaron la tierra y un día se vieron obligadas a marcharse, no sin antes dejar sus huellas.
En este artículo te contamos cómo es esta travesía, qué equipo necesitas y por qué muchas personas la recuerdan como una experiencia transformadora, capaz de cambiar la forma de mirar la montaña… y también a uno mismo.
A lo largo de la Sierra de Segura sobreviven aldeas en las que parece que sus habitantes se marcharon ayer mismo. Sin embargo, de eso ya hace tiempo, pues hasta mediados del siglo XX estos lugares estuvieron llenos de vida. Había familias que cultivaban sus huertas, criaban ganado y vivían en estrecha conexión con la montaña.
Todo cambió en los años 60. Más de 3.000 personas fueron forzadas a abandonar sus hogares por la instauración del Coto Nacional de Caza de Cazorla, origen del actual parque natural. Muchas casas fueron demolidas y el acceso estuvo restringido durante años. Aquella decisión despojó a los serranos de sus tierras, raíces, tradiciones e historia.
Hoy, caminar por aldeas como Hoya de la Albardía, Las Canalejas, Los Centenares o Arroyo Montero es mucho más que una ruta de senderismo: es entrar en un territorio donde aún se respira memoria. Muros derruidos, aljibes y hornos de pan son testigos mudos de una vida interrumpida.
El documental Las aldeas perdidas de Segura, dirigido por Luisje Moyano, visibiliza esta historia silenciada. Desde Aventura Hernán Pelea también rendimos homenaje a quienes vivieron allí, organizando esta travesía que invita a conocer sus paisajes, escuchar relatos y mantener viva su lucha.
Para esta travesía solo necesitas ganas de caminar, escuchar y dejarte tocar por lo que este valle tiene para contar. La travesía por las aldeas perdidas es una experiencia guiada de dos días diseñada para recorrer antiguos caminos, atravesar cortijos en ruinas y convivir con otras personas que también buscan algo más que una simple caminata.
Durante el día, el grupo avanza por senderos de media montaña rodeados de pinos, encinas y bosques de ribera. El ritmo es moderado, con paradas frecuentes para descubrir rincones, compartir historias y disfrutar de miradores naturales. Por la noche, el plan es dormir bajo las estrellas, en un entorno donde la emoción pesa más que el cansancio.
En esta travesía cada paso despierta algo: curiosidad, respeto, nostalgia… o incluso ganas de volver.
Una buena travesía empieza con una mochila bien pensada. No hace falta llevar de todo, pero sí lo justo para caminar dos días con comodidad, seguridad y autonomía.
En la montaña, el respeto también se demuestra siguiendo las normas. Lo que llevas importa, pero más aún lo que decides dejar atrás.
Esta travesía es mucho más que caminar por senderos antiguos: es una oportunidad para conectar con la historia y con tu propia esencia. Mientras recorres lo que otros dejaron atrás, algo dentro de ti también se mueve. Redescubres el valor de lo simple, el poder de escuchar y la fuerza del grupo.
No vuelves igual, porque esta ruta deja huella en quien se atreve a vivirla con los ojos y el corazón abiertos.
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